Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas

1. Introducción

El proceso de entrenamiento deportivo no es lineal. La evolución del rendimiento responde a una compleja interacción de estímulos, fatiga, recuperación y adaptación biológica que se manifiesta de forma oscilatoria (Matveyev, 1977; Zatsiorsky & Kraemer, 2006). Dentro de este marco, el Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas surge como una herramienta teórica y práctica para describir y estructurar la variación sistemática de las cargas en el tiempo, garantizando una adaptación fisiológica óptima y la prevención del sobreentrenamiento (Harre, 1982; Bompa & Haff, 2009).

Este modelo fue propuesto inicialmente a partir de los trabajos de Matveyev (1977), Harre (1982) y Ozolin (1983), quienes estudiaron los efectos de la alternancia entre fases de carga, estabilización y descarga sobre la respuesta adaptativa del deportista. La esencia del enfoque ondulatorio radica en reconocer que la adaptación biológica requiere discontinuidad (Issurin, 2008), es decir, que la mejora del rendimiento no se logra mediante una carga constante o progresiva lineal, sino mediante fluctuaciones rítmicas en la magnitud del estímulo.

1.1. De la progresión lineal al enfoque ondulatorio

Durante décadas, la planificación del entrenamiento se basó en modelos de progresión lineal (Matveyev, 1977; Bompa, 1994). Sin embargo, la evidencia empírica y la observación práctica demostraron que este enfoque generaba limitaciones notables: fatiga acumulada, estancamiento en el rendimiento y, en casos extremos, sobreentrenamiento (Foster, 1998; Mujika, 2017).

El organismo humano no responde de forma lineal a los estímulos físicos, sino a través de procesos de homeostasis y supercompensación que implican fases alternas de deterioro temporal y recuperación compensatoria.

El modelo ondulatorio, por tanto, introduce una lógica distinta: la planificación de la carga debe seguir un patrón de oscilaciones cíclicas, en el que los incrementos periódicos de carga se intercalan con fases de estabilización y descarga (Issurin, 2010; Navarro & González-Badillo, 2002).

1.2. Fundamento fisiológico

El principio ondulatorio se sustenta en la relación dinámica entre fatiga, recuperación y supercompensación (Zatsiorsky, 1995; Smith, 2003).

  1. Fatiga: respuesta inmediata al estímulo de carga.
  2. Recuperación: fase de restauración funcional post-esfuerzo.
  3. Supercompensación: fase de mejora adaptativa, donde el nivel funcional supera el valor inicial.

Cuando las cargas se aplican de manera ondulatoria, cada fase de recuperación coincide con una superposición parcial de la supercompensación previa, generando una curva ascendente de adaptación (Kellmann & Beckmann, 2018). Si las cargas se acumulan sin fases de descarga suficientes, la fatiga inhibe el proceso adaptativo; por el contrario, si las descargas son excesivas o demasiado prolongadas, la pérdida de estímulo produce desadaptación.
El equilibrio óptimo entre carga y recuperación constituye, por tanto, el eje fisiológico del modelo.

1.3. Dinámica no lineal del rendimiento

El rendimiento deportivo no mejora de forma continua, sino mediante fluctuaciones periódicas. Estas oscilaciones reflejan el comportamiento típico de los sistemas biológicos no lineales: el organismo responde de manera dependiente del contexto, de la magnitud del estímulo previo y del estado de recuperación actual.
El modelo ondulatorio describe este comportamiento como una onda de adaptación, cuya amplitud y frecuencia dependen del tipo de carga, el nivel de entrenamiento y la disciplina deportiva.

  • Amplitud ondulatoria: representa la magnitud del cambio entre los picos y valles de carga.
  • Frecuencia ondulatoria: indica el número de ciclos (incremento–descarga) dentro de un periodo determinado, por ejemplo, un mesociclo.

1.4. Objetivo del modelo ondulatorio

El propósito fundamental del modelo es optimizar la relación entre el estímulo aplicado y la adaptación resultante, asegurando que cada incremento de carga sea fisiológicamente asimilado y se traduzca en una mejora funcional del rendimiento.
Esto se logra a través de una planificación estructurada en la que las cargas varían deliberadamente según una lógica ondulatoria, evitando la monotonía y facilitando una alternancia controlada entre estrés y recuperación.

En resumen, el modelo ondulatorio constituye una representación más realista y biológicamente coherente del proceso de entrenamiento, al asumir que la progresión del rendimiento depende de la interacción cíclica entre sobrecarga, recuperación y adaptación.
Su aplicación adecuada permite alcanzar un estado de equilibrio dinámico en el que el atleta progresa sin caer en fatiga crónica ni pérdida de estímulo.

2. Fundamentos Teóricos del Modelo Ondulatorio

El modelo ondulatorio se fundamenta en una concepción cíclica del proceso de adaptación al entrenamiento (Matveyev, 1977; Ozolin, 1983). A diferencia de los modelos tradicionales, que proponen incrementos sostenidos y lineales, el modelo ondulatorio considera que la adaptación se produce en ondas sucesivas de carga y descarga (Issurin, 2008; Bompa & Haff, 2009), determinadas por la interacción entre estímulo, fatiga, recuperación y supercompensación.

Desde una perspectiva biológica, el organismo busca permanentemente el equilibrio homeostático (Selye, 1956). Cada estímulo de entrenamiento genera una perturbación del equilibrio, y la magnitud de la respuesta adaptativa dependerá tanto de la intensidad del estímulo como del tiempo disponible para su asimilación (Platonov, 2015). Si el estímulo se repite antes de completarse la recuperación, se acumula fatiga; si se interrumpe el estímulo durante demasiado tiempo, la adaptación se pierde.
El modelo ondulatorio busca modular esa oscilación entre estrés y recuperación, favoreciendo la adaptación crónica y sostenible del sistema.

2.1. Alternancia de carga y descarga

El principio de alternancia fue formulado en la teoría del entrenamiento soviético (Matveyev, 1977) y posteriormente validado por Zatsiorsky (1995) y Verkhoshansky (2002), quienes demostraron que la variabilidad cíclica favorece la asimilación fisiológica del estímulo y previene la fatiga crónica.

El primer principio del modelo establece que toda fase de incremento de carga debe ir seguida de una fase de descarga o asimilación.
En la práctica, esto se traduce en una alternancia rítmica de periodos de estímulo y recuperación. Durante la fase de incremento, el volumen o la intensidad del entrenamiento aumenta gradualmente, generando un estado de fatiga acumulada controlada. Posteriormente, una reducción deliberada de la carga permite la recuperación y la manifestación del efecto positivo del entrenamiento.

Esta alternancia cumple una doble función:

  1. Prevenir la saturación fisiológica y psicológica, evitando el sobreentrenamiento.
  2. Maximizar la supercompensación, asegurando que el organismo no solo se recupere, sino que eleve su nivel funcional previo.

En términos fisiológicos, la fase de carga promueve estímulos catabólicos —microlesiones, depleción de sustratos, estrés neuromuscular—, mientras que la fase de descarga potencia los procesos anabólicos —síntesis proteica, restauración energética, regeneración tisular—.
El resultado final es una adaptación oscilatoria ascendente, donde cada ciclo de carga-descarga representa un escalón en la evolución del rendimiento.

2.2. Transformación retrasada del rendimiento

Otro principio esencial del modelo ondulatorio es la transformación retrasada del efecto del entrenamiento.
El rendimiento no mejora durante la aplicación de la carga máxima, sino después de un periodo de recuperación controlada. Este principio fue descrito por Matveyev (1977) y más tarde ampliado por Platonov (1997), quien observó que la mejora del rendimiento aparece tras la reducción controlada de la carga, no durante la fase de carga máxima, refleja la naturaleza retardada de la adaptación biológica.

Durante la fase de carga, la fatiga enmascara el potencial de rendimiento; el atleta se encuentra funcionalmente deprimido. Solo tras la descarga —cuando la fatiga disminuye y los procesos de reparación superan los de desgaste— se manifiesta la supercompensación, es decir, la mejora efectiva del rendimiento.

Este desfase temporal entre carga y respuesta es lo que da forma al patrón ondulatorio del proceso adaptativo. La fase descendente de la onda corresponde a la fatiga, mientras que la fase ascendente refleja la recuperación y el aumento de la capacidad funcional.

2.3. Fases de la onda de entrenamiento

Las fases de incremento, estabilización y descarga (Harre, 1982; Ozolin, 1983) constituyen la secuencia clásica del modelo. La evidencia contemporánea (Issurin, 2008; Kiely, 2018) confirma que esta alternancia rítmica permite una mejor expresión de la supercompensación.

Cada ciclo ondulatorio puede dividirse en tres fases principales, que representan distintos momentos del proceso adaptativo:

  1. Fase de incremento:
    • Aumento progresivo del volumen o de la intensidad del entrenamiento.
    • Predominio del estímulo catabólico y acumulación de fatiga.
    • Objetivo: provocar un estrés suficiente para activar mecanismos de adaptación.
  2. Fase de estabilización:
    • Mantenimiento temporal de la carga para consolidar la adaptación.
    • Reducción del ritmo de incremento para evitar sobrecarga prematura.
    • Se caracteriza por una mejora progresiva en la eficiencia funcional.
  3. Fase de descarga:
    • Disminución deliberada de la carga (habitualmente entre un 25–35 %).
    • Recuperación activa y manifestación de la supercompensación.
    • Es el punto donde se produce la ganancia neta de rendimiento.

La correcta secuencia e intensidad de estas fases determina la efectividad adaptativa del ciclo. Si la fase de descarga se omite o acorta, la fatiga se acumula y la curva de rendimiento desciende. Si la descarga es demasiado prolongada, la adaptación se disipa por falta de estímulo.

2.4. Relación volumen–intensidad

La relación inversa entre volumen e intensidad fue descrita en la literatura clásica por Verkhoshansky (1988) y Zatsiorsky (1995). Cuando el volumen aumenta, la intensidad debe moderarse, y viceversa, para mantener la coherencia fisiológica del estímulo (Plisk & Stone, 2003).

Esta compensación asegura que la carga total mantenga un equilibrio fisiológico, adaptado a la capacidad de recuperación del deportista.
De forma general:

  • En etapas iniciales o de base, se prioriza el volumen (mayor cantidad de estímulo con menor intensidad).
  • En etapas específicas o competitivas, predomina la intensidad (menor volumen, estímulo más concentrado).

El carácter ondulatorio permite combinar ambos enfoques de manera cíclica dentro de un mismo macrociclo, evitando tanto la saturación volumétrica como la sobreestimulación intensiva.

2.5. Individualización de la dinámica ondulatoria

Uno de los aspectos más determinantes del modelo es la individualización de la amplitud y la frecuencia de las ondas según el nivel de entrenamiento, la disciplina y la etapa del macrociclo. La individualización de la onda según nivel y disciplina (Bompa, 1994; Issurin, 2010) constituye la base de la periodización moderna.

  • En deportistas principiantes, las ondas son más amplias y estables, con ciclos de carga más largos y descargas frecuentes. Esto se debe a su menor capacidad de tolerancia al estrés fisiológico y a la necesidad de asimilación prolongada (González-Badillo & Ribas, 2002).
  • En atletas avanzados o de élite, las ondas son más cortas y de mayor amplitud, ya que poseen un sistema de recuperación más eficiente y una mayor tolerancia al estímulo. En estos casos, las fases de carga pueden extenderse durante varias semanas antes de requerir descarga (González-Badillo & Ribas, 2002).

Además, la frecuencia ondulatoria puede variar en función del tipo de deporte:

  • En disciplinas de resistencia, las ondas suelen tener periodos más largos y variaciones de carga más suaves.
  • En deportes de fuerza o potencia, la oscilación es más pronunciada y de mayor frecuencia, debido a la alta intensidad neuromuscular de los estímulos.

Esta individualización permite que el modelo sea dinámico y adaptable, integrando las particularidades biológicas y contextuales del atleta dentro de una estructura coherente de planificación.

2.6. Síntesis de los fundamentos teóricos

En conjunto, los fundamentos del modelo ondulatorio pueden resumirse en los siguientes principios:

  1. No linealidad: la respuesta adaptativa no sigue una progresión continua, sino ondulatoria.
  2. Alternancia controlada: cada incremento de carga requiere una fase de descarga que permita la asimilación.
  3. Transformación retardada: el rendimiento mejora tras la recuperación, no durante la carga máxima.
  4. Equilibrio carga–recuperación: la amplitud de la onda refleja el balance entre estímulo y reposo.
  5. Individualización: la frecuencia y magnitud de las oscilaciones deben ajustarse al nivel del deportista.

El resultado de la aplicación coherente de estos principios es una planificación cíclica, fisiológicamente sostenible y orientada a la optimización del rendimiento, donde el entrenamiento se convierte en una sucesión controlada de ondas de adaptación.

3. Variables y Parámetros del Modelo Ondulatorio

El funcionamiento del modelo ondulatorio se basa en la cuantificación y análisis de una serie de variables de carga, que permiten describir y controlar el proceso de entrenamiento de forma objetiva. Estas variables constituyen la base para interpretar las oscilaciones de la carga, la magnitud de las adaptaciones y la respuesta del organismo ante diferentes combinaciones de estímulo y recuperación.

Desde una perspectiva metodológica, la carga de entrenamiento se divide en dos grandes componentes:

  1. Carga externa → el trabajo físico realmente ejecutado.
  2. Carga interna → la respuesta fisiológica del organismo frente a dicho trabajo.

La división entre carga externa e interna se basa en los trabajos de Banister (1975) y Foster (1998). El control combinado de ambas magnitudes permite una evaluación integral del proceso adaptativo (Impellizzeri et al., 2019). Ambas deben analizarse simultáneamente, ya que su relación define el grado real de estrés fisiológico y la calidad de la adaptación que puede esperarse.

3.1. Carga externa y carga interna

Carga externa

La carga externa representa el estímulo mecánico y cuantificable aplicado al organismo. Incluye variables como:

  • Volumen total (tiempo, distancia, repeticiones, tonelaje).
  • Intensidad relativa (porcentaje del máximo, velocidad, potencia).
  • Densidad o relación entre trabajo y descanso.
  • Frecuencia de las sesiones.

Estas magnitudes se expresan habitualmente en unidades arbitrarias (u.a.) o mediante indicadores derivados del propio deporte (por ejemplo, vatios en ciclismo, metros/segundo en carrera, kilos totales en fuerza, etc.).

Carga interna

La carga interna refleja el grado de estrés fisiológico y psicológico provocado por la carga externa. Entre los métodos más utilizados para su cuantificación se encuentran:

  • PES (Perceived Exertion Score) o escala de esfuerzo percibido.
  • TRIMP (Training Impulse) de Banister, basado en la respuesta de frecuencia cardíaca ponderada por la duración.
  • Variables fisiológicas objetivas: consumo de oxígeno (VO₂), lactato sanguíneo, variabilidad de la frecuencia cardíaca (HRV), etc.

La relación entre carga externa e interna permite valorar la eficiencia de la respuesta adaptativa. Una carga externa constante con incremento de carga interna indica fatiga o mala asimilación; lo contrario sugiere mejora del rendimiento.

3.2. Amplitud Ondulatoria (AO)

El concepto de amplitud de carga fue introducido en la teoría del control de la carga por Zatsiorsky (1995) y operacionalizado en estudios posteriores (Gabbett, 2016).
Valores entre 20–35 % se asocian a una oscilación fisiológicamente favorable (Foster, 2001). La amplitud ondulatoria es el parámetro que cuantifica la magnitud de las oscilaciones de carga entre el punto máximo y mínimo de un ciclo. Se expresa como un porcentaje de variación respecto a la carga media o base del periodo analizado.

  • Valores entre 20 y 35 % se consideran fisiológicamente óptimos, reflejando una alternancia saludable entre carga y recuperación.
  • AO inferiores al 15 % indican escasa variabilidad (riesgo de monotonía y estancamiento).
  • AO superiores al 40 % reflejan variaciones excesivas (riesgo de desadaptación o pérdida de continuidad).

La amplitud ondulatoria es, por tanto, un indicador de variabilidad intersemanal de la carga y un reflejo directo de la dinámica de sobrecarga–descarga del deportista.

3.3. Frecuencia Ondulatoria (FO)

La frecuencia óptima depende del nivel de adaptación, tal como describen Issurin (2008) y Platonov (2015): los atletas avanzados soportan ciclos más cortos y frecuentes. La frecuencia ondulatoria representa el número de ciclos completos de incremento–descarga que se producen en un periodo determinado (generalmente un mesociclo o bloque de entrenamiento).

La frecuencia depende del nivel del deportista y de la orientación del entrenamiento:

  • Deportistas principiantes: FO baja (1 ciclo cada 3–4 semanas).
  • Intermedios: FO moderada (1 ciclo cada 2–3 semanas).
  • Avanzados: FO alta (1 ciclo cada 1–2 semanas).

Una frecuencia excesiva impide la consolidación de adaptaciones; una frecuencia demasiado baja reduce el estímulo progresivo. El objetivo es mantener una frecuencia fisiológicamente sostenible, acorde a la capacidad de recuperación del individuo.

3.4. Incremento Semanal de Carga

El incremento semanal de carga cuantifica el cambio relativo entre dos semanas consecutivas y sirve como indicador de la pendiente de la progresión.

  • Valores entre 5 % y 10 % se consideran ideales para favorecer la adaptación progresiva.
  • Incrementos superiores al 15 % sostenidos en varias semanas incrementan el riesgo de fatiga acumulada o lesión.
  • Incrementos inferiores al 3 % suelen indicar estímulo insuficiente o falta de progresión.

El control de esta variable permite ajustar de manera fina la velocidad de progresión dentro del ciclo ondulatorio, evitando picos abruptos de carga.

3.5. Incremento Acumulado

El incremento acumulado refleja la variación total de la carga desde el inicio del bloque o mesociclo hasta su punto máximo. Es una medida de la magnitud total del estímulo recibido durante un ciclo completo.

Su interpretación está directamente relacionada con la amplitud ondulatoria: si el incremento acumulado no alcanza un mínimo fisiológicamente relevante, la descarga carece de sentido adaptativo; si lo sobrepasa excesivamente, la descarga se convierte en una necesidad preventiva.

De forma general:

  • Rango óptimo: incremento acumulado entre 20–30 % por ciclo.
  • Inferior a 15 %: estímulo débil.
  • Superior a 40 %: sobrecarga potencialmente lesiva.

3.6. Índice de Monotonía (IM)

El IM fue propuesto por Gabbett (2004) como indicador de variabilidad intra-semanal, y se ha consolidado como una métrica sensible al riesgo de sobrecarga (Gabbett & Jenkins, 2011), evalúa la variabilidad intra-semanal de la carga de entrenamiento. Se calcula dividiendo la carga promedio semanal entre la desviación estándar de las cargas diarias:

  • IM alto (>2.0): exceso de uniformidad → riesgo de fatiga acumulada y estancamiento.
  • IM moderado (1.2–1.8): patrón saludable de variación interna.
  • IM bajo (<1.0): variabilidad excesiva → riesgo de desadaptación.

El índice de monotonía describe la estabilidad del estímulo dentro de una misma semana, mientras que la amplitud ondulatoria (AO) analiza la variación entre semanas. La combinación de ambos indicadores permite un control multiescalar del proceso de entrenamiento.

3.7. Relación Agudo–Crónica de la Carga (ACWR)

El ACWR (Gabbett, 2016) se integra al modelo ondulatorio como índice contextual que valida la magnitud de las oscilaciones (Blanch & Gabbett, 2015). Aunque el ACWR pertenece a modelos complementarios, se considera dentro de los parámetros del enfoque ondulatorio porque cuantifica la proporción entre la carga reciente (aguda) y la carga media histórica (crónica):

  • Rango óptimo: 0.8–1.3
  • >1.5: riesgo de sobrecarga.
  • <0.8: estímulo insuficiente o pérdida de condición.

El ACWR aporta contexto temporal al análisis ondulatorio, ayudando a interpretar si una oscilación es fisiológicamente adecuada o representa un cambio demasiado abrupto respecto al historial reciente del deportista.

3.8. Integración de las variables

La interpretación integrada de estas variables permite describir con precisión la dinámica de la carga dentro de un ciclo de entrenamiento:

4. Cálculo Operativo y Representación del Modelo Ondulatorio

El cálculo operativo del modelo ondulatorio se fundamenta en la medición periódica de la carga y en la identificación de fases cíclicas de estímulo y recuperación (Platonov, 2015; Issurin, 2008).
Las tres fases principales (incremento, estabilización y descarga) derivan de los principios de Matveyev (1977) y Ozolin (1983).

El rango óptimo de amplitud (20–35 %) coincide con el que Foster (2001) y Gabbett (2016) identifican como fisiológicamente seguro para mantener la progresión sin riesgo de fatiga excesiva.

El desfase entre carga y rendimiento —la transformación retardada— fue descrito originalmente por Banister et al. (1975) en su modelo de impulso–respuesta, y constituye la base fisiológica del comportamiento ondulatorio.

El modelo ondulatorio de la dinámica de las sobrecargas puede representarse cuantitativa y gráficamente mediante el análisis de la evolución temporal de la carga total de entrenamiento. Su cálculo operativo se basa en la observación sistemática de las variaciones semanales o microcíclicas de la carga y en la identificación de los patrones de oscilación que caracterizan el proceso adaptativo.

En términos prácticos, el modelo permite determinar en qué fase del ciclo se encuentra el deportista (incremento, estabilización o descarga) y evaluar si la dinámica de la carga se ajusta a los principios de alternancia fisiológica y supercompensación.

4.1. Identificación de las fases del ciclo ondulatorio

El modelo se estructura en tres fases funcionales consecutivas que se repiten de manera cíclica. Estas fases no solo representan niveles diferentes de carga, sino estados fisiológicos específicos del proceso de adaptación:

  1. Fase de incremento (↑)
    • Se caracteriza por un aumento progresivo de la carga total (volumen o intensidad).
    • El objetivo es inducir una fatiga controlada que actúe como estímulo de adaptación.
    • Duración típica: 2–3 semanas, dependiendo del nivel y tipo de entrenamiento.
    • Indicadores: incremento semanal positivo (>5 %), fatiga acumulada moderada, rendimiento ligeramente reducido.
  2. Fase de estabilización (→)
    • La carga se mantiene relativamente constante para consolidar las adaptaciones inducidas.
    • Representa un punto de equilibrio entre estímulo y asimilación.
    • Duración: 1–2 semanas.
    • Indicadores: carga estable (variación <5 %), mejora progresiva de marcadores funcionales (economía, potencia, ritmo).
  3. Fase de descarga (↓)
    • Reducción planificada de la carga con el fin de favorecer la recuperación y la supercompensación.
    • Supone una disminución del 25–35 % respecto al pico de carga anterior.
    • Indicadores: incremento del rendimiento, recuperación subjetiva alta, descenso de la carga interna para un mismo estímulo.

El análisis periódico de las cargas semanales permite clasificar cada microciclo dentro de una de estas tres fases, generando una representación visual de la onda de carga.

4.2. Criterios cuantitativos para la delimitación de fases

Para delimitar objetivamente cada fase, se utilizan umbrales relativos de variación porcentual de la carga total (expresada en unidades arbitrarias o PES).
Un ejemplo operativo de clasificación puede establecerse de la siguiente manera:

Estos rangos proporcionan una referencia práctica para la detección de las transiciones dentro del ciclo. No obstante, su interpretación debe realizarse de forma contextual, considerando la evolución del rendimiento y la percepción de esfuerzo del atleta.

4.3. Análisis temporal de la carga

El comportamiento ondulatorio de la carga puede representarse mediante una serie temporal en la que el eje X corresponde al tiempo (semanas o microciclos) y el eje Y a la magnitud de la carga total.
La representación gráfica adquiere la forma de una onda sinusoidal modificada, donde cada oscilación completa refleja un ciclo de entrenamiento.

Características típicas de la onda:

  • Ascenso progresivo: incremento de carga y aumento de fatiga.
  • Meseta: estabilización y consolidación.
  • Descenso controlado: descarga y recuperación.
  • Nuevo ascenso: inicio del siguiente ciclo con nivel funcional superior.

La periodicidad de esta onda dependerá de la frecuencia ondulatoria (FO) y del nivel del deportista.
Un análisis visual adecuado permite verificar si las oscilaciones son regulares, excesivas o insuficientes, y si existe coherencia entre las fases y los resultados de rendimiento observados.

4.4. Cálculo del rango de oscilación y amplitud

La amplitud de la onda constituye el eje cuantitativo del modelo y se calcula, como se mencionó anteriormente, en función de los valores máximos y mínimos de carga dentro del periodo analizado.

Ejemplo operativo:

Interpretación:
Una amplitud del 28.5 % se encuentra dentro del rango óptimo (20–35 %), lo que indica una alternancia saludable entre carga y recuperación, favoreciendo la supercompensación fisiológica.

4.5. Representación gráfica del rendimiento asociado

El rendimiento no sigue la misma curva de la carga, sino que presenta un desfase temporal derivado del proceso de fatiga y recuperación.
Durante la fase de incremento, el rendimiento suele disminuir ligeramente; en la estabilización tiende a estabilizarse, y durante la descarga aumenta como resultado de la supercompensación.

Esto puede representarse mediante dos curvas superpuestas:

  • Curva de carga total (PES o unidades arbitrarias): representa la onda de trabajo aplicada.
  • Curva de rendimiento relativo (% base 100): muestra la evolución funcional resultante.

El pico de rendimiento coincide generalmente con la fase final de descarga, mientras que los picos de carga se asocian a momentos de fatiga máxima. Este comportamiento es la expresión práctica de la transformación retardada del rendimiento.

4.6. Detección de desequilibrios ondulatorios

El análisis cuantitativo de la onda permite identificar tres posibles desviaciones del patrón óptimo:

  1. Ondulación insuficiente (AO < 15 %):
    • Escasa variabilidad de la carga.
    • Riesgo de monotonía, estancamiento o fatiga crónica.
    • Requiere incrementar la amplitud mediante periodos de sobrecarga más definidos.
  2. Ondulación excesiva (AO > 40 %):
    • Cambios bruscos en la carga semanal.
    • Riesgo de desadaptación o interrupción de la continuidad.
    • Es recomendable reducir la variación y prolongar las fases de estabilización.
  3. Ondulación irregular:
    • Ausencia de periodicidad o estructura.
    • Indica falta de planificación sistemática.
    • Se sugiere aplicar una estructura rítmica más coherente (2–3 semanas carga, 1 descarga).

El equilibrio entre amplitud y frecuencia es fundamental para mantener la continuidad adaptativa del proceso de entrenamiento.

4.7. Interpretación fisiológica de la onda

Desde el punto de vista fisiológico, la onda representa la interacción entre tres componentes fundamentales:

  • Estimulación: efecto inmediato del entrenamiento sobre el organismo (catabólico).
  • Recuperación: restauración de los sistemas energéticos y estructurales (anabólico).
  • Adaptación: resultado neto del ciclo, reflejado en la mejora del rendimiento.

El modelo ondulatorio traduce gráficamente estos procesos, permitiendo una visualización directa del estado funcional del deportista.
Cada ciclo completo constituye un episodio de adaptación: fatiga controlada → recuperación → supercompensación → nueva carga.

4.8. Síntesis del cálculo operativo

El procedimiento operativo del modelo puede resumirse en los siguientes pasos:

  1. Registrar la carga total semanal (volumen × intensidad).
  2. Calcular la variación porcentual entre semanas consecutivas.
  3. Clasificar las fases según los umbrales de incremento o reducción.
  4. Calcular la amplitud ondulatoria (AO) del periodo.
  5. Analizar la correspondencia entre las oscilaciones de carga y los cambios de rendimiento.
  6. Interpretar la regularidad de las ondas (frecuencia y amplitud).

Cuando las oscilaciones presentan amplitud adecuada (20–35 %), frecuencia controlada (1–3 ciclos por mesociclo) y coherencia con la evolución del rendimiento, se considera que el proceso sigue una dinámica ondulatoria fisiológicamente eficiente.

El modelo ondulatorio, en su cálculo y representación, permite así visualizar la arquitectura del proceso adaptativo. Las oscilaciones de carga no son simples fluctuaciones estadísticas, sino manifestaciones medibles de la relación entre estímulo, recuperación y mejora funcional.

5. Integración del Modelo Ondulatorio con Otros Modelos de Carga

El modelo ondulatorio se relaciona directamente con los principales marcos teóricos de la ciencia del entrenamiento:

  • Con el modelo de supercompensación (Matveyev, 1977; Verkhoshansky, 1988), al reproducir de forma rítmica la secuencia de fatiga, recuperación y mejora.
  • Con el modelo fitness–fatiga (Banister et al., 1975; Mujika, 2017), al equilibrar los efectos positivos (forma) y negativos (fatiga).
  • Con el modelo ACWR (Gabbett, 2016), al describir la dinámica entre carga reciente y crónica en escalas temporales mayores.

Esta integración constituye la visión multiescalar del entrenamiento (Issurin, 2010; Kiely, 2018), donde la variabilidad controlada en diferentes niveles temporales es la base de la adaptación sostenida.

El Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas no surge como una teoría aislada, sino como una evolución integradora de los modelos previos de control del entrenamiento. Su fortaleza reside precisamente en su capacidad de articular y complementar otros enfoques fundamentales de la teoría del entrenamiento, como el modelo de supercompensación, el modelo fitness–fatiga y el modelo de relación carga aguda-crónica (ACWR).

Estas relaciones permiten comprender el comportamiento ondulatorio no solo como una estrategia de periodización, sino como una manifestación sistémica del proceso adaptativo.

5.1. Relación con el Modelo de Supercompensación

El modelo clásico de supercompensación describe la secuencia biológica que sigue el organismo tras la aplicación de un estímulo de entrenamiento:

  1. Fase de fatiga: descenso temporal del rendimiento por depleción energética y microlesiones.
  2. Fase de recuperación: restauración de sustratos y reparación tisular.
  3. Fase de supercompensación: incremento del nivel funcional por encima del valor inicial.
  4. Fase de involución: pérdida parcial del efecto si no se aplica un nuevo estímulo.

El modelo ondulatorio amplía esta lógica puntual a una escala temporal prolongada, repitiendo la secuencia de supercompensación en ondas sucesivas.
Cada oscilación de carga representa un nuevo episodio de fatiga–recuperación–adaptación, generando una tendencia ascendente escalonada del rendimiento.

La diferencia esencial es que el modelo ondulatorio incorpora la dimensión estructural y cíclica del entrenamiento: en lugar de aplicar estímulos aislados, organiza la sucesión de cargas de forma rítmica y planificada, asegurando que cada nueva fase de sobrecarga coincida con la fase de supercompensación de la anterior.

Interpretación teórica:

  • En la fase ascendente de la onda (incremento), predomina la fatiga y la inhibición temporal del rendimiento.
  • En la fase descendente (descarga), se manifiesta la supercompensación acumulada.
  • La concatenación de estos procesos genera una progresión funcional sostenida.

5.2. Relación con el Modelo Fitness–Fatiga (Forma–Fatiga)

El modelo de Fitness–Fatiga, derivado del modelo de impulso-respuesta de Banister et al. (1975), explica el rendimiento como la suma algebraica de dos componentes opuestos:

  • Un efecto positivo (fitness o adaptación crónica).
  • Un efecto negativo (fatiga o carga aguda).

Matemáticamente se expresa como:

En este marco, el modelo ondulatorio traduce gráficamente la interacción entre ambos componentes.
Durante las fases de incremento, el componente “fatiga” aumenta más rápido que la “forma”, generando un descenso temporal del rendimiento.
Durante las descargas, la fatiga disminuye bruscamente mientras la forma se mantiene o incluso aumenta, provocando una mejora neta del rendimiento observable.

El modelo ondulatorio puede considerarse, por tanto, una expresión temporal visible del modelo fitness–fatiga, donde las oscilaciones de carga regulan de forma práctica la interacción entre los dos factores.
En otras palabras, la alternancia rítmica de sobrecarga y descarga permite maximizar el área positiva de la curva de rendimiento, evitando la fatiga crónica que resultaría de una exposición prolongada a cargas elevadas.

Síntesis conceptual:

5.3. Relación con el Modelo Agudo–Crónico (ACWR)

El modelo ACWR (Acute:Chronic Workload Ratio) propuesto por Gabbett (2016) evalúa el equilibrio entre la carga aguda (semana actual) y la carga crónica (promedio de 3–4 semanas previas).
Su propósito es identificar desequilibrios abruptos entre el estímulo reciente y la capacidad de tolerancia adquirida.

El modelo ondulatorio comparte esta visión de equilibrio dinámico, pero la amplía a un marco mesoestructural (varias semanas o bloques), donde no solo interesa el valor puntual de la relación, sino la tendencia de oscilación en el tiempo.
Así, el ACWR puede considerarse un componente local del comportamiento ondulatorio, mientras que el modelo ondulatorio representa la secuencia completa de variaciones.

Relación entre ambos:

  • ACWR describe el equilibrio instantáneo entre estímulo reciente y estado crónico.
  • Modelo Ondulatorio describe la evolución cíclica y planificada de ese equilibrio a lo largo del mesociclo.

De hecho, una amplitud ondulatoria adecuada (20–35 %) suele corresponder a un ACWR medio dentro del rango fisiológico (0.8–1.3), lo que refleja una dinámica saludable de carga y recuperación.

Ejemplo conceptual:

5.4. Perspectiva multiescalar del control de la carga

La integración de los modelos anteriores permite establecer una jerarquía de análisis del proceso de entrenamiento, en la que cada modelo actúa sobre una escala temporal diferente:

Esta visión multiescalar permite comprender el proceso de entrenamiento como un sistema dinámico jerarquizado, donde las fluctuaciones diarias (micro) se integran en oscilaciones semanales (meso), y éstas, a su vez, se reflejan en tendencias de largo plazo (macro).

El modelo ondulatorio ocupa la posición central de esta estructura, actuando como puente entre la microvariabilidad cotidiana y el equilibrio funcional crónico del deportista.

5.5. Sinergia entre modelos y control adaptativo

La verdadera potencia del modelo ondulatorio reside en su capacidad de integración dinámica con los otros enfoques. Cada modelo aporta una dimensión complementaria:

  • Supercompensación: explica la fisiología de la respuesta puntual.
  • Fitness–Fatiga: cuantifica la interacción entre forma y cansancio.
  • ACWR: monitoriza el equilibrio entre carga reciente y crónica.
  • Ondulatorio: organiza estos procesos dentro de una arquitectura temporal coherente.

El resultado es un modelo sistémico de control de la carga, donde las oscilaciones ondulatorias constituyen la manifestación práctica de los principios fisiológicos de adaptación.

Esquema de integración conceptual:

En síntesis, el modelo ondulatorio no sustituye a los demás, sino que los unifica en una estructura dinámica, proporcionando una representación global y rítmica del proceso de entrenamiento. 6. Adaptación del Modelo al Nivel del Atleta

Uno de los pilares fundamentales del Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas es la individualización de las oscilaciones según el nivel de entrenamiento, la disciplina deportiva, el estado funcional y la capacidad de recuperación del deportista.
El modelo no es rígido ni universal; al contrario, su eficacia depende de la sintonía entre la carga aplicada y la tolerancia biológica del individuo.

Desde la perspectiva del control de la carga, cada atleta posee un umbral funcional propio —una combinación de factores fisiológicos, neuromusculares y psicológicos— que determina cuánto estrés puede asimilar, con qué rapidez se recupera y cuán pronunciadas deben ser sus oscilaciones de carga.

6.1. Principio de individualización ondulatoria

El principio de individualización ha sido considerado desde los primeros modelos de periodización (Matveyev, 1977; Bompa, 1994) como una condición indispensable para la efectividad del entrenamiento. La adaptación ondulatoria debe ajustarse a la capacidad funcional de cada deportista (Zatsiorsky, 1995; Issurin, 2010).

  • En principiantes, se recomienda una frecuencia baja y amplitud moderada (Navarro & González-Badillo, 2002).
  • En atletas intermedios, la carga puede ondular con mayor frecuencia (Bompa & Haff, 2009).
  • En avanzados, las ondas cortas e intensas responden a su alta capacidad de recuperación (Platonov, 2015).

Asimismo, la disciplina deportiva y la fase del macrociclo determinan la morfología de la onda (Verkhoshansky, 2002; Issurin, 2008). Las adaptaciones en deportes de resistencia tienden a ondas amplias y estables, mientras que en deportes de fuerza y potencia predominan ondas cortas y de alta frecuencia (Stone et al., 2007).

6.2. Factores determinantes del perfil ondulatorio

La morfología de la onda (su forma y ritmo) depende de la interacción de varios factores fisiológicos y contextuales:

La sincronización adecuada entre estos factores es lo que permite que el modelo sea efectivo. Un mismo esquema de carga no genera las mismas respuestas en dos atletas con perfiles distintos, incluso si el volumen o la intensidad son iguales.

6.3. Características del modelo en distintos niveles de entrenamiento

a) Nivel Inicial o Principiante

  • Objetivo principal: establecer la tolerancia básica a la carga y desarrollar la capacidad de recuperación.
  • Amplitud ondulatoria (AO): 15–25 %.
  • Frecuencia (FO): un ciclo completo cada 3–4 semanas.
  • Duración típica de fases:
    • Incremento: 2 semanas
    • Estabilización: 1 semana
    • Descarga: 1 semana
  • Justificación fisiológica: el sistema neuromuscular y metabólico presenta una baja estabilidad homeostática; necesita períodos más amplios de recuperación para consolidar las adaptaciones.

En este grupo, la prioridad no es maximizar el estímulo, sino garantizar que cada onda produzca una adaptación neta positiva sin acumular fatiga residual.

b) Nivel Intermedio

  • Objetivo: aumentar la capacidad de carga manteniendo la eficiencia adaptativa.
  • AO: 20–30 %.
  • FO: un ciclo completo cada 2–3 semanas.
  • Duración típica de fases:
    • Incremento: 2 semanas
    • Estabilización: 0.5–1 semana
    • Descarga: 0.5–1 semana
  • Características: la capacidad de recuperación mejora, lo que permite ondas más frecuentes y con mayor pendiente de carga.

El control del incremento semanal (5–10 %) y del índice de monotonía (IM < 1.8) resulta clave para mantener una dinámica estable y evitar sobreentrenamiento.

c) Nivel Avanzado o de Alto Rendimiento

  • Objetivo: optimizar la relación entre carga acumulada y rendimiento máximo.
  • AO: 25–40 %.
  • FO: un ciclo cada 1–2 semanas.
  • Duración típica de fases:
    • Incremento: 1 semana
    • Estabilización: 0.5 semana
    • Descarga: 0.5 semana
  • Rasgos característicos: alta amplitud de carga, oscilaciones frecuentes, control estrecho de la fatiga y del estado funcional.

El atleta avanzado tolera grandes fluctuaciones debido a su elevada capacidad de recuperación, pero requiere un control preciso de la fatiga latente para evitar la saturación del sistema nervioso central o la pérdida de eficiencia técnica.

6.4. Adaptación según la disciplina deportiva

La forma de la onda no depende solo del nivel del atleta, sino también del tipo de deporte y del perfil energético predominante.
El entrenamiento de fuerza, resistencia o potencia genera patrones de carga distintos, que el modelo ondulatorio debe reflejar.

De esta forma, el modelo ondulatorio se adapta al perfil energético dominante, buscando siempre preservar el equilibrio entre la estimulación suficiente y la recuperación oportuna.

6.5. Adaptación según el periodo del macrociclo

El modelo ondulatorio también se ajusta a las distintas fases de la planificación anual.
Cada etapa del macrociclo (preparatoria, específica, competitiva, transitoria) presenta objetivos diferentes y, por tanto, ondulaciones distintas.

La frecuencia ondulatoria aumenta a medida que avanza la temporada, mientras que la amplitud se reduce en los periodos de competición, con el fin de mantener la forma deportiva sin provocar fatiga acumulada.

6.6. Principios para la individualización práctica

La individualización del modelo ondulatorio debe basarse en los siguientes principios operativos:

  1. Análisis del nivel funcional inicial: determinar la capacidad de carga tolerable mediante test fisiológicos (VO₂max, potencia, umbral anaeróbico, 1RM, etc.).
  2. Establecimiento de una carga base: punto de referencia sobre el cual se calcularán las oscilaciones.
  3. Determinación de amplitud y frecuencia óptimas: ajustar AO y FO según el perfil individual.
  4. Control de la variación semanal: mantener la progresión dentro del rango de incremento seguro (5–10 %).
  5. Revisión continua de la respuesta adaptativa: correlacionar las variaciones de carga con indicadores de rendimiento y recuperación.

Cumpliendo estas condiciones, el modelo se convierte en un sistema autorregulado, donde la carga evoluciona de forma rítmica y adaptada a la capacidad real del atleta.

6.7. Síntesis final

La individualización ondulatoria es el componente que transforma al modelo en una herramienta realmente eficaz.
Sin esta personalización, la oscilación de cargas sería un mero artificio matemático sin correlato biológico.
Adaptar la amplitud, frecuencia y duración de las fases al nivel y contexto del deportista permite:

  • Optimizar la asimilación de los estímulos.
  • Minimizar el riesgo de sobrecarga o desentrenamiento.
  • Mantener una progresión constante y fisiológicamente sostenible.

En definitiva, el modelo ondulatorio no prescribe una única forma de planificar, sino un principio regulador universal: la carga debe fluctuar rítmicamente en función de la capacidad individual del atleta para absorber, asimilar y transformar el estímulo en rendimiento.

7. Relación entre Ondulación, Monotonía y ACWR

El control moderno del entrenamiento se basa en la comprensión de que la carga no debe analizarse como un valor aislado, sino como un fenómeno dinámico que varía en múltiples escalas temporales. El Modelo Ondulatorio, el Índice de Monotonía (IM) y el Modelo de Relación Agudo–Crónica (ACWR) representan tres niveles complementarios de observación del mismo proceso: la interacción entre carga, fatiga y adaptación.

Este enfoque integrador responde al paradigma contemporáneo del entrenamiento como sistema adaptativo complejo (Kellmann & Beckmann, 2018), en el cual la estabilidad del rendimiento depende de la variabilidad rítmica de los estímulos.

7.1. Diferentes niveles de análisis de la carga

Cada indicador opera en una escala temporal específica y aporta una perspectiva diferente del comportamiento de la carga:

De esta forma, los tres modelos conforman un sistema multiescalar de control de la carga:

  • El IM vigila la variabilidad diaria dentro de una semana.
  • El modelo ondulatorio evalúa la variabilidad semanal.
  • El ACWR cuantifica la relación entre estímulo reciente y adaptación acumulada.

7.2. Índice de Monotonía (IM): la variabilidad microestructural

El Índice de Monotonía (IM) fue descrito por Gabbett (2004) para evaluar la estabilidad de la carga diaria dentro de un microciclo.
Se calcula como la razón entre la carga media semanal y su desviación estándar:

Un valor alto (>2.0) indica uniformidad excesiva, lo que implica bajo estímulo de variación y riesgo de fatiga acumulada.
Por el contrario, un valor demasiado bajo (<1.0) refleja variabilidad caótica, que puede alterar la adaptación y aumentar el riesgo de lesión (Gabbett & Jenkins, 2011).

El IM permite estimar la “textura” de la carga dentro de la semana. Un nivel moderado de variabilidad (IM ≈ 1.5) se asocia con mayor capacidad de adaptación (Impellizzeri et al., 2019).
El modelo ondulatorio complementa este análisis extendiendo la observación entre semanas consecutivas, lo que aporta una visión más amplia del equilibrio entre estímulo y recuperación.

7.3. El Modelo Ondulatorio: la variabilidad mesoestructural

El modelo ondulatorio, descrito por Matveyev (1977) y desarrollado posteriormente por Ozolin (1983) y Issurin (2008), representa la fluctuación cíclica de la carga a lo largo de los microciclos.
En este nivel, se estudia cómo las variaciones semanales de carga influyen en la dinámica de fatiga y supercompensación.

La amplitud ondulatoria (AO) constituye su parámetro central, expresando la magnitud de las oscilaciones entre el punto máximo y mínimo de cada ciclo.
Como demostraron Harre (1982) y Zatsiorsky (1995), un patrón ondulatorio bien estructurado produce un equilibrio funcional entre sobrecarga y recuperación, reduciendo el riesgo de estancamiento y potenciando la adaptación crónica.

De este modo:

  • Un AO óptimo (20–35 %) indica alternancia saludable entre carga y descarga.
  • Un AO bajo (<15 %) refleja monotonía excesiva (falta de estímulo).
  • Un AO alto (>40 %) señala variaciones demasiado abruptas (riesgo de desadaptación).

7.4. El modelo ACWR: la variabilidad macroestructural

El ACWR (Acute:Chronic Workload Ratio), propuesto por Gabbett (2016), analiza la relación entre la carga aguda (una semana) y la carga crónica (promedio de las 3–4 anteriores).
Su propósito es identificar desequilibrios entre el estímulo reciente y la capacidad de adaptación acumulada del deportista.

Interpretación general (Blanch & Gabbett, 2015):

  • 0.8–1.3: zona segura de carga (“sweet spot”).
  • >1.5: exceso de estímulo (fatiga o riesgo de lesión).
  • <0.8: estímulo insuficiente o pérdida de forma.

El ACWR aporta una visión “de fondo” del proceso de carga, evaluando la coherencia longitudinal del estímulo. Cuando se combina con la ondulación semanal y la variabilidad intra-semanal (IM), proporciona un control global del proceso adaptativo.

7.5. Interacción entre los tres modelos

Los tres indicadores, al analizar diferentes escalas de tiempo, ofrecen lecturas complementarias.
La combinación de sus valores permite inferir el estado funcional del deportista con mayor precisión.

Ejemplo interpretativo:
Un deportista con IM = 1.4, AO = 28 % y ACWR = 1.1 muestra un patrón ondulatorio estable y fisiológicamente adecuado.
En cambio, un IM = 2.3 y AO = 12 % reflejan un exceso de uniformidad, indicador típico de sobrecarga acumulada sin recuperación suficiente (Gabbett et al., 2017).

7.6. Complementariedad funcional

  • El IM actúa como sensor de microvariabilidad: previene la monotonía diaria.
  • El modelo ondulatorio traduce el proceso adaptativo real: alterna estrés y recuperación.
  • El ACWR ofrece una perspectiva longitudinal: mide el balance general entre estímulo y capacidad.

Su integración permite un control multinivel del entrenamiento, donde cada parámetro corrige las limitaciones de los demás.
Por ejemplo, una ondulación óptima puede enmascarar una alta monotonía interna si no se revisa el IM; del mismo modo, un ACWR equilibrado puede coincidir con una oscilación ondulatoria insuficiente si la carga se distribuye mal.

7.7. Perspectiva fisiológica de la relación IM–AO–ACWR

Desde el punto de vista biológico, los tres indicadores pueden interpretarse como expresiones cuantitativas de un mismo fenómeno: la homeostasis adaptativa.

  • Un IM demasiado alto indica una ausencia de microoscilaciones dentro de la semana → el sistema no recibe suficiente variación para estimular la adaptación.
  • Un AO bajo refleja una falta de alternancia entre fatiga y recuperación → el sistema permanece en un estado de carga constante, ineficiente.
  • Un ACWR desequilibrado (>1.5 o <0.8) muestra que el ritmo de carga supera o no alcanza la capacidad crónica de tolerancia → ruptura de la homeostasis.

Cuando las tres variables se encuentran en sus rangos óptimos, el organismo oscila dentro de márgenes de estrés fisiológicamente saludables (Issurin, 2010), lo que favorece una adaptación sostenida sin comprometer la integridad estructural.

7.8. Conclusión del punto

La relación entre ondulación, monotonía y ACWR constituye la base de un modelo de control integral de la carga, donde las fluctuaciones en diferentes escalas temporales aseguran la coherencia del proceso adaptativo.
El principio general puede sintetizarse así:

“La adaptación óptima surge de la variabilidad controlada del estímulo, no de su acumulación continua.”
(Basado en Matveyev, 1977; Gabbett, 2016; Issurin, 2010).

El equilibrio entre estos tres niveles garantiza que el entrenamiento mantenga un carácter rítmico, variable y fisiológicamente sostenible, favoreciendo la mejora continua del rendimiento sin riesgo de fatiga crónica o desentrenamiento.

8. Mecanismos de Descarga Automática y Bypass

Dentro del Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas, la fase de descarga constituye un componente estructural indispensable.
Su finalidad es permitir la recuperación biológica y la manifestación de la supercompensación tras un periodo de carga acumulada.
La descarga no es una simple reducción del trabajo, sino una intervención planificada que asegura la restauración funcional y previene la fatiga crónica (Matveyev, 1977; Harre, 1982; Platonov, 2015).

El término “bypass” se refiere, en este contexto, a la decisión metodológica de omitir o posponer una fase de descarga cuando las condiciones fisiológicas o el estado adaptativo del atleta indican que la carga puede mantenerse sin riesgo de sobrecarga.
Sin embargo, dicha omisión debe basarse en criterios objetivos, ya que la ausencia prolongada de descargas puede conducir a un deterioro de la capacidad funcional (Verkhoshansky, 2002; Issurin, 2008).

8.1. Fundamentación fisiológica de la descarga

Durante la fase de incremento, el organismo acumula una cantidad significativa de fatiga residual a nivel metabólico, neuromuscular y psicológico.
Esta fatiga, si bien necesaria como estímulo adaptativo, debe ser eliminada parcialmente para que se produzca una recuperación supercompensatoria (Selye, 1956; Zatsiorsky & Kraemer, 2006).

El objetivo de la fase de descarga es reducir el estrés acumulado sin perder el estímulo adaptativo.
Autores como Bompa (1994) y Platonov (1997) coinciden en que la descarga efectiva no debe implicar una interrupción total del entrenamiento, sino una reducción estratégica del volumen y/o de la intensidad.

La fisiología del entrenamiento demuestra que la restauración del equilibrio homeostático requiere disminuir el volumen total del estímulo entre un 25 % y 40 % durante 5 a 10 días, dependiendo del nivel del atleta y de la carga previa (Fry et al., 1994; Mujika & Padilla, 2003).

8.2. Estructura funcional de la descarga

De acuerdo con las observaciones de Harre (1982) y Ozolin (1983), la fase de descarga cumple tres funciones fisiológicas principales:

  1. Regeneración metabólica: restauración de los depósitos de glucógeno, normalización de los niveles de lactato y equilibrio ácido–base (Mujika, 2010).
  2. Recuperación neuromuscular: reducción de microlesiones, restauración de la capacidad contráctil y reequilibrio del sistema nervioso central (Fry et al., 1994).
  3. Estabilización psicológica: disminución de la tensión mental, mejora del sueño y recuperación de la motivación (Kellmann, 2010).

El efecto combinado de estos procesos conduce a una mejora transitoria del rendimiento —la llamada fase de supercompensación— que puede aprovecharse para alcanzar picos competitivos (Issurin, 2010; Bompa & Haff, 2009).

8.3. Tipos de descarga

Según el objetivo y la estrategia del ciclo, pueden distinguirse tres formas principales de descarga (Platonov, 2015; Issurin, 2008):

  1. Descarga pasiva:
    • Reducción drástica del volumen y de la frecuencia de entrenamiento.
    • Se aplica cuando el nivel de fatiga es elevado o hay signos de sobrecarga.
    • Riesgo: pérdida parcial del estímulo adaptativo si se prolonga en exceso.
  2. Descarga activa:
    • Mantenimiento de la frecuencia, reduciendo volumen o intensidad de forma moderada.
    • Favorece la recuperación sin pérdida de condición.
    • Recomendado para deportistas con alta capacidad de asimilación (Verkhoshansky, 1988).
  3. Descarga parcial o selectiva:
    • Reducción de la carga solo en ciertas capacidades (por ejemplo, volumen aeróbico o fuerza máxima).
    • Permite equilibrar la recuperación específica de sistemas sobreentrenados.

Cada tipo debe aplicarse de acuerdo con la respuesta individual y el momento del macrociclo.
Por ejemplo, las descargas activas son más eficaces en fases precompetitivas, mientras que las pasivas resultan adecuadas tras mesociclos muy intensos o periodos de alto estrés fisiológico (Mujika & Padilla, 2003).

8.4. Criterios de activación de la descarga

El inicio de una fase de descarga debe estar justificado por indicadores objetivos que reflejen una fatiga acumulada significativa.
Los principales criterios descritos en la literatura incluyen:

  1. Disminución del rendimiento submáximo: descenso de la velocidad o potencia en esfuerzos estándar (Foster, 1998).
  2. Aumento del esfuerzo percibido (RPE) para la misma carga: indicador subjetivo de fatiga central (Borg, 1990; Impellizzeri et al., 2019).
  3. Elevación de la frecuencia cardíaca en reposo o recuperación más lenta: signos de sobreestimulación simpática (Achten & Jeukendrup, 2003).
  4. Reducción de la variabilidad de la frecuencia cardíaca (HRV): correlato objetivo de estrés fisiológico (Plews et al., 2013).
  5. Indicadores bioquímicos: descenso de testosterona, aumento de cortisol o creatina quinasa (Fry et al., 1994).

Cuando varios de estos indicadores convergen, la aplicación de una descarga se considera fisiológicamente necesaria para restaurar la capacidad adaptativa.

8.5. Magnitud y duración de la descarga

La literatura clásica recomienda reducir la carga total en un 25–35 % del volumen y un 15–25 % de la intensidad durante una semana (Bompa, 1994; Mujika, 2010).
Sin embargo, el ajuste debe basarse en la respuesta del deportista y no en valores absolutos.

En deportistas de fuerza y potencia, reducciones menores (15–20 %) pueden ser suficientes, mientras que en deportes de resistencia prolongada se requiere una disminución más pronunciada para eliminar la fatiga acumulada (Mujika & Padilla, 2003; Platonov, 2015).

Durante esta fase, se recomienda mantener el componente técnico y de activación neuromuscular para evitar pérdidas de coordinación y ritmo (Verkhoshansky, 2002).

8.6. Mecanismo de “bypass” o omisión de descarga

El concepto de bypass —es decir, omitir una fase de descarga programada— puede aplicarse de forma excepcional cuando los indicadores fisiológicos y de rendimiento muestran una adaptación positiva continua.
Según Issurin (2010) y Kiely (2018), esto puede ocurrir en atletas con alta capacidad de recuperación, fases tempranas de la temporada o cuando el estímulo ha sido menor al previsto.

Los principales criterios para aplicar un bypass seguro son:

  1. Ausencia de fatiga funcional significativa.
  2. Mantenimiento o mejora del rendimiento en test de control.
  3. Percepción subjetiva de esfuerzo moderada.
  4. Marcadores fisiológicos dentro de rangos normales.

No obstante, su uso debe ser limitado y temporal, ya que una sucesión prolongada de ciclos sin descarga conduce a una saturación del sistema de regulación y a un riesgo elevado de sobreentrenamiento (Verkhoshansky, 2002; Kellmann, 2010).

El bypass puede ser útil en microciclos de ajuste o en fases de carga controlada, pero siempre bajo seguimiento fisiológico continuo (Mujika, 2017).

8.7. Implicaciones fisiológicas del ciclo carga–descarga

La aplicación periódica de fases de descarga dentro de la estructura ondulatoria asegura el cumplimiento del principio de variabilidad y mantiene la función homeostática del organismo (Selye, 1956; Zatsiorsky & Kraemer, 2006).

Cada ciclo de carga–descarga constituye una unidad funcional de adaptación:

  • Durante la carga, se estimulan los mecanismos de fatiga y estrés.
  • Durante la descarga, se activan los procesos de reparación y supercompensación (Fry et al., 1994; Mujika, 2010).

El mantenimiento prolongado de cargas elevadas sin fases de descarga produce una acumulación no lineal de fatiga y una pérdida progresiva del rendimiento (Platonov, 2015; Kellmann & Beckmann, 2018).
Por ello, la ritmicidad de las descargas es esencial para la estabilidad del modelo ondulatorio.

8.8. Síntesis del punto

En síntesis, los mecanismos de descarga y bypass actúan como moduladores del proceso ondulatorio:

  • La descarga permite la expresión de la supercompensación y restablece la capacidad de respuesta adaptativa.
  • El bypass se aplica de manera excepcional cuando el sistema se encuentra en equilibrio y no requiere recuperación inmediata.

El equilibrio entre ambas estrategias constituye una de las claves de la periodización contemporánea (Issurin, 2010; Bompa & Haff, 2009). Como resume Platonov (2015):

“La variación de las cargas no es solo una cuestión de planificación, sino una necesidad fisiológica para mantener el rendimiento dentro de los límites de la adaptabilidad humana.”

9. Incremento Semanal y Control del Incremento Acumulado

El control del incremento semanal y acumulado de la carga es uno de los pilares cuantitativos del modelo ondulatorio. Es por eso que existe un rango óptimo de carga para ir progresando en el estímulo y evitar la sobrecarga.


Estos parámetros permiten evaluar la velocidad de progresión del estímulo y garantizar que la carga aumente dentro de márgenes fisiológicamente tolerables, evitando tanto la falta de estímulo como la sobrecarga excesiva (Gabbett, 2016; Foster, 1998).

El análisis de la pendiente de progresión —es decir, cómo evoluciona la carga semana a semana— refleja la coherencia interna de la onda de entrenamiento, y se asocia directamente con el riesgo o beneficio adaptativo del proceso (Impellizzeri et al., 2019; Soligard et al., 2016).

9.1. Definición del incremento semanal

El incremento semanal cuantifica la variación porcentual entre la carga total de una semana y la de la anterior.
Matemáticamente se expresa como:

Este valor describe la pendiente de la rampa de carga, un concepto descrito originalmente por Banister et al. (1975) en el modelo de impulso–respuesta y posteriormente adoptado en el control de la carga moderna (Gabbett, 2016; Foster, 2001).

De acuerdo con Foster (1998) y Platonov (2015), el incremento ideal debe situarse entre 5 % y 10 % por semana, lo que garantiza una progresión efectiva sin provocar una acumulación excesiva de fatiga.
Incrementos superiores al 15 % sostenidos durante más de dos semanas duplican el riesgo de lesión o sobreentrenamiento (Gabbett, 2016; Malone et al., 2018).

Por el contrario, aumentos inferiores al 3 % reflejan un estímulo insuficiente, incapaz de inducir una adaptación relevante (Issurin, 2008).

9.2. Factores que determinan el incremento semanal óptimo

La magnitud del incremento semanal depende de varios factores interrelacionados (Verkhoshansky, 2002; Bompa & Haff, 2009):

Esta regulación progresiva se fundamenta en el principio de sobrecarga progresiva controlada, descrito por Harre (1982) y confirmado posteriormente por Platonov (2015), quien subrayó que la magnitud del incremento debe ajustarse siempre al estado funcional actual del deportista.

9.3. Incremento acumulado

El incremento acumulado representa la variación total de la carga desde el inicio de un bloque hasta su punto máximo.
Es una medida global del estímulo recibido a lo largo del mesociclo y permite determinar la magnitud total del estrés fisiológico inducido (Issurin, 2010; Zatsiorsky & Kraemer, 2006).

En términos prácticos:

  • Valores entre 20 % y 30 % por ciclo se asocian con una adaptación estable y sostenible (Platonov, 2015; Mujika, 2010).
  • Valores superiores al 40 % implican sobrecarga potencial, especialmente si se combinan con una frecuencia ondulatoria alta (Gabbett & Jenkins, 2011).
  • Valores inferiores al 15 % indican estimulación insuficiente o falta de progresión.

9.4. Control de la pendiente de la rampa de carga

El análisis de la pendiente semanal y acumulada permite identificar tres tipos de comportamiento en la evolución del entrenamiento:

  1. Pendiente progresiva controlada:
    • Incrementos semanales dentro del rango 5–10 %.
    • Acumulado total 20–30 %.
    • Refleja equilibrio entre estímulo y adaptación (Foster, 2001).
  2. Pendiente agresiva:
    • Incrementos superiores al 15 %.
    • Acumulado >35 %.
    • Riesgo elevado de lesión, especialmente si la carga interna (PES, TRIMP) también se incrementa (Gabbett, 2016).
  3. Pendiente plana:
    • Incrementos <3 %.
    • Acumulado <15 %.
    • Estímulo insuficiente, riesgo de estancamiento (Issurin, 2008; Bompa, 1994).

Estas pendientes pueden representarse gráficamente en relación con la curva de rendimiento, observándose que las rampas demasiado abruptas preceden a caídas del rendimiento debido a la fatiga acumulada.

9.5. Relación entre incremento semanal y frecuencia ondulatoria

El incremento semanal se integra dentro del modelo ondulatorio como el componente microestructural de la oscilación.
Mientras la frecuencia ondulatoria (FO) describe el número de ciclos de carga–descarga por mesociclo, el incremento semanal refleja la pendiente interna de cada fase de carga (Platonov, 2015; Issurin, 2010).

De esta manera:

  • Incrementos semanales moderados generan ondas estables y fisiológicamente sostenibles.
  • Incrementos abruptos acortan artificialmente la fase de carga, elevando el riesgo de colapso o necesidad prematura de descarga.

El equilibrio entre ambos parámetros (incremento semanal ≈ 5–10 % y FO = 1–3 ciclos por mesociclo) constituye el patrón ondulatorio óptimo descrito por Ozolin (1983) y confirmado por estudios contemporáneos sobre control dinámico de la carga (Impellizzeri et al., 2019).

9.6. Influencia del incremento sobre la supercompensación

La magnitud y la pendiente del incremento determinan el tipo de respuesta fisiológica esperada:

La fisiología del ejercicio confirma que el grado de supercompensación es proporcional al nivel de fatiga funcional alcanzado, pero solo dentro de un rango seguro (Verkhoshansky, 1988; Zatsiorsky & Kraemer, 2006). Por ello, el control del incremento debe buscar siempre un punto medio entre estimulación suficiente y prevención del exceso de estrés.

9.7. Procedimiento práctico de control

Para aplicar el control del incremento dentro del modelo ondulatorio, se siguen las siguientes etapas operativas (adaptado de Bompa & Haff, 2009; Platonov, 2015):

  1. Registro sistemático de la carga total semanal (unidades arbitrarias o TRIMP).
  2. Cálculo de la variación porcentual entre semanas consecutivas.
  3. Clasificación del incremento como bajo, óptimo o excesivo según los rangos establecidos.
  4. Revisión de la relación con los indicadores internos (RPE, FC, HRV).
  5. Ajuste de la fase siguiente en función de la respuesta observada.

La aplicación de este control permite una gestión predictiva y autorregulada del proceso ondulatorio, donde las oscilaciones no son aleatorias, sino el resultado de una modulación cuantitativa coherente con la fisiología de la adaptación (Issurin, 2010; Kellmann & Beckmann, 2018).

9.8. Conclusión del punto

El incremento semanal y el incremento acumulado constituyen los instrumentos métricos esenciales para la estabilidad del modelo ondulatorio.
Su seguimiento continuo permite:

  • Regular la intensidad de la fase de carga.
  • Determinar el momento oportuno de la descarga.
  • Prevenir desequilibrios agudo–crónicos (Gabbett, 2016).
  • Garantizar una progresión fisiológicamente sostenible (Platonov, 2015).

En palabras de Harre (1982):

“No se trata de aumentar siempre la carga, sino de hacerlo al ritmo que el organismo puede asimilar sin destruir su capacidad de adaptación.”

De este modo, el control del incremento no solo cuantifica el proceso ondulatorio, sino que lo sintoniza con la capacidad biológica real del deportista, convirtiéndolo en una herramienta esencial de la periodización moderna.

10. Evaluación Periódica del Rendimiento

La evaluación periódica del rendimiento constituye un componente esencial del Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas, ya que permite verificar la eficacia adaptativa de cada ciclo de carga y validar la correspondencia entre estímulo y respuesta.
Como señalan Platonov (2015) y Issurin (2010), el control de la carga carece de sentido si no se acompaña de la medición sistemática del efecto que produce sobre el rendimiento.

El objetivo de esta evaluación no es únicamente determinar la mejora del desempeño, sino detectar tendencias funcionales —positivas o negativas— que indiquen si el deportista se encuentra en fase de fatiga, recuperación o supercompensación (Foster, 1998; Mujika, 2017).
En el contexto del modelo ondulatorio, las evaluaciones periódicas permiten correlacionar la curva de rendimiento con la curva de carga, proporcionando una visión integrada del proceso adaptativo.

10.1. Principio de evaluación continua

La teoría del entrenamiento establece que el control del rendimiento debe realizarse de manera regular y estructurada, siguiendo el ritmo de las ondas de carga (Matveyev, 1977; Bompa & Haff, 2009).
Esto significa que los test funcionales deben programarse al final de cada fase de descarga o al inicio de un nuevo ciclo, cuando el deportista se encuentra fisiológicamente recuperado y en potencial estado de supercompensación (Zatsiorsky & Kraemer, 2006).

El principio de evaluación continua responde a tres finalidades principales (Platonov, 2015):

  1. Verificar la eficacia de la planificación: comprobar si las adaptaciones esperadas se han producido.
  2. Detectar desviaciones funcionales: identificar estados de fatiga, estancamiento o sobreentrenamiento.
  3. Ajustar la carga futura: adaptar la magnitud y frecuencia de las ondas al nivel real del deportista.

La información obtenida de los test permite retroalimentar el proceso, convirtiendo el modelo ondulatorio en un sistema cíclico de control y corrección (Issurin, 2008).

10.2. Frecuencia y momento de evaluación

La frecuencia de evaluación debe ajustarse al nivel y la disciplina del atleta, manteniendo coherencia con la frecuencia ondulatoria (FO):

Los test deben situarse al final de la fase de descarga o en los primeros días posteriores, cuando el efecto de la supercompensación se manifiesta con mayor claridad (Verkhoshansky, 2002).
Realizar evaluaciones en plena fase de carga puede conducir a subestimaciones del rendimiento real, debido a la interferencia de la fatiga funcional (Foster, 1998).

10.3. Tipos de test de rendimiento

La selección de los test depende de la disciplina deportiva y del objetivo del ciclo.
Sin embargo, todos deben cumplir los principios de validez, fiabilidad y especificidad (Hopkins, 2000).
En el marco del modelo ondulatorio, los test se agrupan en tres categorías:

a) Test fisiológicos

Miden la función cardiorrespiratoria y metabólica:

  • Consumo máximo de oxígeno (VOmax) — medida clásica de la capacidad aeróbica (Bassett & Howley, 2000).
  • Umbral anaeróbico — marcador de eficiencia metabólica (Faude et al., 2009).
  • Frecuencia cardíaca de recuperación — indicador de condición aeróbica y fatiga (Buchheit, 2014).

b) Test neuromusculares

Evalúan la capacidad de producción de fuerza y potencia:

  • 1RM (fuerza máxima dinámica) — referencia directa de la carga óptima (Zatsiorsky & Kraemer, 2006).
  • CMJ (salto con contramovimiento) — test de potencia y fatiga neuromuscular (Cormack et al., 2008).
  • Sprint 30 m o test de potencia pico — reflejo del estado del sistema nervioso central (Morin & Samozino, 2016).

c) Test de rendimiento específico

Relacionados con la disciplina o modalidad competitiva:

  • Tiempo de carrera en distancia controlada.
  • Potencia media en series estandarizadas (ciclismo, remo, natación).
  • Cargas relativas o ritmos de competición simulada.

La combinación de estos test ofrece una visión multidimensional del rendimiento y permite detectar tanto mejoras globales como alteraciones localizadas.

10.4. Interpretación de los resultados dentro del modelo ondulatorio

Los resultados de los test deben interpretarse en relación con la dinámica de carga reciente, no como valores aislados (Issurin, 2010; Platonov, 2015).
En el modelo ondulatorio, cada test debe correlacionarse con el estado de la onda:

La relación entre carga y rendimiento puede representarse mediante curvas superpuestas.
El rendimiento suele alcanzar su pico máximo de la onda tras 5–10 días de descarga, lo que confirma la transformación retardada del rendimiento (Banister et al., 1975; Mujika, 2010).

10.5. Indicadores derivados del testeo

La comparación sistemática de los resultados de test permite calcular índices de eficiencia adaptativa que reflejan la calidad de la respuesta al entrenamiento.
Entre los más utilizados se encuentran:

  1. Índice de Eficiencia del Ciclo (IEC):
    • Relación entre la mejora porcentual del rendimiento y la carga total acumulada (Zatsiorsky & Kraemer, 2006).
    • Un IEC alto indica alta eficiencia adaptativa.
  2. Coeficiente de Correlación Carga–Rendimiento (r):
    • Evalúa la relación lineal entre la variación de carga y la variación del rendimiento a lo largo de varios ciclos (Issurin, 2010).
    • Valores entre 0.6 y 0.8 reflejan coherencia entre estímulo y respuesta.
  3. Tasa de Mejora por Ciclo (TMC):
    • Diferencia porcentual promedio de rendimiento entre ciclos consecutivos.
    • Indicador de progresión longitudinal (Platonov, 2015).

Estos índices permiten cuantificar la eficiencia adaptativa del modelo ondulatorio, identificando si las oscilaciones de carga se traducen efectivamente en mejoras funcionales.

10.6. Retroalimentación del modelo

Los datos de rendimiento obtenidos a través de test periódicos sirven para ajustar la amplitud, frecuencia y magnitud de la carga en los siguientes ciclos (Matveyev, 1977; Issurin, 2008).
Este proceso convierte al modelo ondulatorio en un sistema de autorregulación adaptativa, donde el rendimiento no solo es el objetivo, sino también el indicador de calibración del proceso.

La literatura contemporánea subraya la importancia de utilizar el rendimiento como variable retroactiva:
si el test revela mejoras significativas tras una descarga, el patrón de amplitud y frecuencia ha sido adecuado; si no se observan mejoras, la carga debe modificarse (Kiely, 2018; Mujika, 2017).

De esta forma, el modelo se ajusta continuamente a la respuesta individual, reforzando su carácter dinámico y biológicamente coherente.

10.7. Conclusión del punto

La evaluación periódica del rendimiento es la herramienta que valida el modelo ondulatorio en la práctica.
Permite comprobar si las oscilaciones de carga se traducen en mejoras reales, y garantiza que el proceso se mantenga en equilibrio entre estimulación y recuperación.

Como resume Platonov (2015):

“El control del entrenamiento no debe limitarse a la carga aplicada, sino extenderse al efecto real que ésta produce sobre el organismo y el rendimiento.”

Por tanto, el testeo periódico no es un complemento, sino una condición esencial del modelo ondulatorio, que permite vincular la teoría de las oscilaciones de carga con la fisiología efectiva de la mejora del rendimiento.

11. Relación entre Carga Aplicada y Mejora del Rendimiento

El núcleo conceptual del Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas reside en la relación causal entre carga aplicada y respuesta adaptativa, entendida como la mejora observable del rendimiento.
Este vínculo, lejos de ser lineal, responde a una función no lineal de adaptación biológica, donde la magnitud, frecuencia y distribución del estímulo determinan la dirección y el grado de la respuesta (Banister et al., 1975; Zatsiorsky & Kraemer, 2006).

La idea central es que cada carga genera un doble efecto: uno positivo (mejora de la forma física o “fitness”) y otro negativo (acumulación de fatiga).
El rendimiento final resulta de la interacción entre ambos factores (Calvert et al., 1976; Mujika, 2010).
Por ello, la variación ondulatoria de la carga no busca un aumento constante, sino la sincronización temporal óptima entre el estímulo y la recuperación (Issurin, 2008; Platonov, 2015).

11.1. Fundamento teórico: el modelo Impulso–Respuesta

El modelo de Impulso–Respuesta (Banister et al., 1975) describe el rendimiento como el resultado de la suma ponderada de los efectos positivos y negativos de la carga:

Este modelo establece que los efectos positivos (adaptativos) y negativos (fatiga) tienen diferente latencia y duración. Mientras la fatiga aparece de inmediato y se disipa rápidamente, la adaptación se desarrolla de manera más lenta y prolongada (Calvert et al., 1976; Busso et al., 1991).

En el marco del modelo ondulatorio, cada onda de carga y descarga representa un ciclo de impulso–respuesta: la fase de incremento corresponde al impulso (fatiga funcional) y la fase de descarga a la respuesta (supercompensación). Así, el rendimiento no mejora por la carga en sí, sino por la recuperación posterior al estímulo (Verkhoshansky, 1988; Mujika, 2010).

11.2. Eficiencia adaptativa y factor de asimilación

El factor de asimilación (FA) se define como la proporción de la carga aplicada que se transforma en mejora efectiva del rendimiento (Issurin, 2010).
Se expresa como:

Donde representa la variación observada tras un ciclo de entrenamiento.
Valores altos de FA indican una buena eficiencia adaptativa; valores bajos, una carga mal asimilada o excesiva (Platonov, 2015; Foster, 1998).

El FA depende de múltiples variables:

  • Intensidad relativa del estímulo.
  • Tiempo de recuperación entre ciclos.
  • Nivel de adaptación previa.
  • Sincronía entre carga externa e interna (Impellizzeri et al., 2019).

Este concepto ilustra por qué más carga no implica necesariamente más rendimiento: una carga demasiado alta puede reducir la eficiencia global del proceso (Zatsiorsky & Kraemer, 2006; Issurin, 2008). De hecho, si cargamos mucho podemos pasarnos del límite de tolerancia máximo y lesionarnos.

11.3. Curva dosis–respuesta del entrenamiento

La relación entre carga y rendimiento puede describirse mediante una curva dosis–respuesta, análoga a las relaciones farmacológicas entre dosis y efecto (Verkhoshansky, 1988; Mujika, 2010).
A bajas dosis (cargas insuficientes), el efecto adaptativo es escaso; a dosis moderadas, se maximiza; y a dosis excesivas, la respuesta declina o incluso se invierte (Foster, 2001; Gabbett, 2016).

El modelo ondulatorio utiliza esta relación para modular las oscilaciones de carga dentro del rango óptimo, garantizando que cada onda produzca una mejora neta del rendimiento sin cruzar el umbral de fatiga disfuncional (Platonov, 2015; Kellmann & Beckmann, 2018).

11.4. Respuesta retardada y sincronización temporal

Uno de los principios más importantes derivados del modelo impulso–respuesta es la transformación retardada del rendimiento (Matveyev, 1977; Issurin, 2008).
Esto significa que la mejora del rendimiento no ocurre durante la carga, sino en la fase posterior de recuperación y descarga, cuando los procesos de reparación y sobrecompensación alcanzan su punto máximo (Zatsiorsky & Kraemer, 2006).

Platonov (2015) señala que la sincronización adecuada entre el estímulo y la recuperación define la eficiencia temporal del entrenamiento.
Si la fase de descarga se inicia demasiado pronto, la carga no se asimila; si se retrasa demasiado, se pierde la ventana de supercompensación (Mujika, 2010).

Por tanto, la ondulación de las cargas debe diseñarse de modo que cada nueva fase de incremento coincida con el final de la supercompensación del ciclo anterior —lo que se conoce como resonancia adaptativa (Verkhoshansky, 1988; Issurin, 2010).

11.5. Modelos cuantitativos de predicción del rendimiento

Los avances en fisiología del ejercicio y control de carga han permitido desarrollar modelos matemáticos predictivos del rendimiento basados en la dinámica carga–respuesta (Busso et al., 1991; Morton, 1997).
Estos modelos integran la variación temporal de la carga (c(t)) para estimar la respuesta funcional R(t):

En el contexto ondulatorio, estos modelos validan empíricamente la efectividad de las oscilaciones planificadas: se observa que las cargas cíclicas, frente a las lineales, generan respuestas más estables y duraderas (Busso et al., 1991; Foster, 1998).

En deportistas de élite, la correlación entre el volumen de carga y la mejora del rendimiento suele presentar un patrón no lineal con saturación progresiva, lo que confirma la necesidad de alternar fases de carga y descarga (Issurin, 2008; Gabbett, 2016).

11.6. Interacción entre carga externa, carga interna y rendimiento

El vínculo entre carga aplicada y rendimiento depende no solo de la carga externa (trabajo realizado), sino también de la carga interna (respuesta fisiológica individual) (Impellizzeri et al., 2019).
La literatura distingue entre:

  • Carga externa: volumen, intensidad, frecuencia, tonelaje, distancia, etc.
  • Carga interna: frecuencia cardíaca, lactato, RPE, variabilidad de la FC, marcadores hormonales.

La asimilación efectiva del estímulo solo ocurre cuando ambos tipos de carga se mantienen dentro de los límites funcionales del deportista (Verkhoshansky, 2002; Kellmann, 2010).
El modelo ondulatorio facilita este control al generar periodos alternos de estrés y recuperación, que permiten equilibrar el coste interno de la carga con la mejora funcional resultante (Platonov, 2015; Mujika, 2017).

11.7. Curva adaptativa ondulatoria del rendimiento

Al representar gráficamente el rendimiento a lo largo de varios ciclos ondulatorios, se observa una curva ascendente con microoscilaciones, reflejo de la adaptación progresiva y de las fluctuaciones fisiológicas (Harre, 1982; Issurin, 2008).
Cada onda incluye un descenso temporal (fase de carga) seguido de un ascenso mayor (fase de descarga), generando una tendencia general de mejora escalonada.

Este comportamiento ha sido confirmado experimentalmente en estudios de fuerza (Stone et al., 2007), resistencia (Mujika & Padilla, 2003) y deportes intermitentes (Gabbett, 2016).
El patrón de mejora depende directamente de la sincronización entre carga, recuperación y tiempo de testeo.

11.8. Conclusión del punto

La relación entre carga aplicada y mejora del rendimiento constituye la esencia del modelo ondulatorio.
Este modelo demuestra que el rendimiento no mejora por acumulación lineal de trabajo, sino por la organización rítmica y fisiológicamente sincronizada de las cargas en el tiempo.

En palabras de Platonov (2015):

“La mejora del rendimiento no depende del volumen absoluto de trabajo, sino de la proporción adecuada entre el estímulo y el tiempo necesario para su asimilación.”

El principio ondulatorio, al alternar carga y descarga, optimiza esta proporción, generando una progresión funcional estable y sostenible.
Así, la ondulación se revela no solo como una estrategia metodológica, sino como la expresión natural del proceso adaptativo humano (Issurin, 2010; Zatsiorsky & Kraemer, 2006; Mujika, 2017).

12. Aplicación Práctica del Modelo Ondulatorio

El Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas no solo constituye una formulación teórica del proceso de adaptación, sino también una herramienta metodológica precisa para planificar y regular el entrenamiento. Su aplicación práctica permite estructurar la carga en ciclos rítmicos que favorecen la progresión funcional y minimizan el riesgo de sobreentrenamiento (Matveyev, 1977; Issurin, 2010; Platonov, 2015).

A diferencia de la planificación lineal, el modelo ondulatorio introduce una variabilidad controlada del estímulo, lo que se traduce en una respuesta fisiológica más estable y eficiente (Verkhoshansky, 1988; Bompa & Haff, 2009).

La clave de su efectividad radica en su capacidad para sincronizar la curva de carga con la curva de rendimiento, logrando que las fases de descarga coincidan con los picos de supercompensación (Mujika, 2010; Kellmann & Beckmann, 2018).

12.1. Objetivos operativos del modelo

El uso del modelo ondulatorio en la práctica busca alcanzar cuatro objetivos fundamentales (Platonov, 2015; Issurin, 2008):

  1. Optimizar la relación carga–rendimiento mediante la alternancia rítmica de sobrecarga y recuperación.
  2. Prevenir la fatiga crónica y el sobreentrenamiento, manteniendo la homeostasis funcional.
  3. Permitir la individualización dinámica según el nivel, disciplina y estado del deportista.
  4. Favorecer la estabilidad adaptativa en ciclos de media y larga duración.

Estos objetivos convierten al modelo ondulatorio en una base estructural de la periodización contemporánea, aplicable tanto en contextos de rendimiento como de preparación física general (Bompa & Haff, 2009; Issurin, 2010).

12.2. Estructuración del ciclo ondulatorio

En la práctica, la carga se organiza en ciclos de 2 a 6 semanas, denominados ondas o mesociclos ondulatorios, dentro de los cuales se alternan tres fases (Harre, 1982; Ozolin, 1983; Platonov, 2015):

Este patrón puede repetirse de forma continua, ajustando la amplitud (AO) y la frecuencia (FO) según el nivel del deportista (Issurin, 2010; Bompa, 1994).
Las cargas deben distribuirse de modo que las fases de alta intensidad sean siempre seguidas por periodos de restitución funcional.

12.3. Selección de variables de control

Para aplicar el modelo correctamente, se requiere controlar variables externas e internas que reflejen tanto el trabajo realizado como la respuesta biológica (Impellizzeri et al., 2019; Foster, 1998):

El seguimiento simultáneo de ambas dimensiones permite ajustar la amplitud ondulatoria en tiempo real, optimizando la progresión y previniendo desviaciones funcionales (Gabbett, 2016; Kellmann, 2010).

12.4. Criterios prácticos de aplicación

Los estudios de Platonov (2015) y Bompa & Haff (2009) proponen los siguientes criterios metodológicos para la aplicación efectiva del modelo:

  1. Planificar la variación semanal (microondulación) dentro de rangos de ±10 % de la carga media.
  2. Evitar aumentos superiores al 15 % de una semana a otra (Gabbett, 2016).
  3. Incluir una fase de descarga cada 3–4 semanas, reduciendo la carga total un 25–35 %.
  4. Evaluar el rendimiento al final de cada descarga para validar la efectividad del ciclo.
  5. Adaptar la frecuencia y amplitud a la capacidad de recuperación individual.
  6. Sincronizar las cargas específicas y generales según la fase del macrociclo (Issurin, 2008; Verkhoshansky, 2002).

Cumplir estos criterios asegura la coherencia fisiológica del proceso y reduce la probabilidad de acumulación no funcional de fatiga (Mujika, 2010; Kellmann & Beckmann, 2018).

12.5. Ejemplo de aplicación práctica (fuerza–potencia)

A modo de ejemplo, se presenta un mesociclo ondulatorio de 4 semanas para el desarrollo de fuerza–potencia, basado en los principios de Verkhoshansky (1988) y Zatsiorsky & Kraemer (2006):

La curva de carga muestra una pendiente positiva controlada durante las tres primeras semanas y una descarga activa en la cuarta, permitiendo expresar la supercompensación al final del ciclo (Platonov, 2015).

Este mismo esquema puede adaptarse a disciplinas de resistencia o deportes intermitentes, ajustando las variables según el tipo de estímulo dominante (Mujika, 2017).

12.6. Ejemplo de aplicación (resistencia aeróbica)

En el caso de un programa orientado al desarrollo de capacidad aeróbica, la estructura ondulatoria se traduce en variaciones de volumen y densidad (Banister et al., 1975; Mujika & Padilla, 2003):

El patrón ondulatorio genera una mejora progresiva del umbral anaeróbico y de la eficiencia metabólica, sin provocar acumulación de fatiga (Faude et al., 2009; Mujika, 2010).
La supercompensación se manifiesta al final de la descarga, cuando el rendimiento máximo se encuentra disponible para un test o una competición.

12.7. Control gráfico y registro longitudinal

La visualización gráfica de la carga es un requisito metodológico básico (Foster, 1998; Impellizzeri et al., 2019).
Los registros semanales permiten detectar patrones anómalos de fatiga o desviaciones en la pendiente de la onda.

Se recomienda representar simultáneamente:

  • Carga total semanal (barra o línea sólida).
  • Índice de monotonía (línea discontinua).
  • ACWR (línea tendencial).
  • Rendimiento (puntos o línea secundaria).

Esta representación multivariable permite ajustar el ciclo siguiente con base en evidencia objetiva (Gabbett, 2016; Kellmann, 2010).


12.8. Ajuste individual en tiempo real

La aplicación práctica moderna del modelo ondulatorio incorpora técnicas de monitoreo continuo mediante dispositivos y escalas perceptivas, lo que permite ajustar la carga en tiempo real (Buchheit, 2014; Impellizzeri et al., 2019):

  • Frecuencia cardíaca de recuperación (HRR): mide la capacidad de regeneración aguda.
  • Variabilidad de la frecuencia cardíaca (HRV): indicador de equilibrio autonómico (Plews et al., 2013).
  • Escala RPE (Borg, 1990): percepción subjetiva del esfuerzo.
  • Test de salto o sprint submáximo: fatiga neuromuscular.

Integrar estos datos en la toma de decisiones permite modular la amplitud de la onda de acuerdo con el estado real del deportista, manteniendo la carga dentro de su rango óptimo adaptativo (Issurin, 2010; Kellmann & Beckmann, 2018).

12.9. Aplicación en diferentes contextos

El modelo ondulatorio se adapta a múltiples contextos del entrenamiento (Bompa & Haff, 2009; Platonov, 2015):

En todos los casos, la ondulación garantiza la preservación del equilibrio fisiológico y la mejora sostenida del rendimiento, al adaptar la carga a la variabilidad funcional del organismo (Issurin, 2008; Mujika, 2017).

12.10. Conclusión del punto

La aplicación práctica del modelo ondulatorio demuestra que la variación sistemática de la carga es el mecanismo más eficaz para mantener la adaptación a largo plazo.
Su estructura cíclica permite planificar con precisión, regular el esfuerzo y garantizar que cada estímulo contribuya al progreso sin comprometer la recuperación (Matveyev, 1977; Platonov, 2015; Issurin, 2010).

En palabras de Bompa & Haff (2009):

“La clave del rendimiento sostenido no está en entrenar más, sino en organizar inteligentemente las fluctuaciones de la carga para permitir que la fisiología haga su trabajo.”

De esta manera, el modelo ondulatorio se consolida como un sistema integrador, adaptable y científicamente fundamentado, capaz de traducir la teoría de la adaptación biológica en un procedimiento metodológico preciso y eficaz.

13. Limitaciones del Modelo Ondulatorio y Perspectivas Futuras

Si bien el Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas representa uno de los enfoques más coherentes y versátiles para la estructuración del entrenamiento contemporáneo, su aplicación presenta limitaciones conceptuales, metodológicas y prácticas que deben ser reconocidas.
Estas limitaciones no invalidan el modelo, sino que delimitan su campo de aplicación y abren la puerta a nuevas líneas de investigación y refinamiento (Issurin, 2010; Platonov, 2015; Kiely, 2018).

En este punto se analizan sus principales restricciones y las perspectivas futuras para su evolución como marco integrador del control del entrenamiento.

13.1. Limitaciones teóricas

El modelo ondulatorio parte del supuesto de que el proceso adaptativo responde a fluctuaciones periódicas predecibles (Matveyev, 1977; Harre, 1982).
Sin embargo, en la práctica, la adaptación biológica muestra una gran variabilidad interindividual, determinada por factores genéticos, ambientales y psicológicos (Kellmann & Beckmann, 2018).

Por tanto, la principal limitación teórica radica en su excesiva idealización del comportamiento adaptativo:

  • No todos los deportistas responden de manera simétrica a los ciclos de carga y descarga.
  • La duración óptima de las fases puede variar significativamente.
  • La respuesta fisiológica no siempre sigue una forma sinusoidal perfecta (Mujika, 2017).

Como subraya Kiely (2018), los modelos clásicos de periodización —incluido el ondulatorio— tienden a simplificar la naturaleza no lineal y multifactorial del entrenamiento, lo que exige interpretarlos como marcos conceptuales flexibles más que como recetas rígidas.

microvariaciones irregulares]

13.2. Limitaciones metodológicas

Desde el punto de vista metodológico, el modelo ondulatorio requiere una medición precisa y continua de la carga, lo cual no siempre es posible en entornos reales de entrenamiento (Foster, 1998; Impellizzeri et al., 2019).

Algunas de sus principales limitaciones prácticas son:

  1. Dependencia de instrumentos de control (monitores de carga interna, sistemas de registro, software de análisis).
  2. Exigencia de seguimiento constante, lo que puede resultar complejo en deportes colectivos o contextos amateurs.
  3. Dificultad para cuantificar la carga combinada (física, técnica, táctica, psicológica).
  4. Retardo entre aplicación de carga y manifestación de la adaptación, que dificulta la toma de decisiones inmediata (Banister et al., 1975; Busso et al., 1991).

Estas limitaciones hacen que el modelo sea más fácil de aplicar en entornos de rendimiento controlado o laboratorio, y más complejo en sistemas abiertos con alta variabilidad situacional (Kiely, 2018).

13.3. Limitaciones prácticas y contextuales

El modelo ondulatorio fue diseñado originalmente en el contexto del entrenamiento de alto rendimiento individual (Matveyev, 1977; Ozolin, 1983).
Su aplicación en deportes colectivos o en poblaciones no profesionales requiere adaptaciones estructurales.
Entre las limitaciones prácticas más frecuentes se destacan:

A pesar de estas limitaciones, la estructura ondulatoria sigue siendo aplicable si se adapta su amplitud, frecuencia y duración a las condiciones reales del entorno (Issurin, 2008; Platonov, 2015).

13.4. Riesgos de sobrerregulación

Otra limitación es el riesgo de sobrerregulación o hipermonitorización del proceso, fenómeno descrito por Kiely (2018) como el “efecto de parálisis analítica”.
Cuando el control se vuelve excesivamente complejo, el entrenador puede perder la capacidad de interpretar la dinámica global del proceso y centrarse en microajustes sin relevancia práctica.

El modelo ondulatorio debe entenderse como un marco regulador, no como un algoritmo cerrado.
Su valor reside en orientar las decisiones, no en sustituir el criterio técnico o la observación cualitativa del deportista (Issurin, 2010; Kellmann, 2010).

La combinación de control cuantitativo y juicio experto sigue siendo la estrategia más eficaz para aplicar el modelo de forma realista (Bompa & Haff, 2009; Mujika, 2017).

13.5. Perspectivas de integración con nuevos modelos

A pesar de sus limitaciones, el modelo ondulatorio mantiene plena vigencia dentro de las tendencias contemporáneas del control de carga, especialmente cuando se integra con sistemas modernos de seguimiento fisiológico (Impellizzeri et al., 2019; Kellmann & Beckmann, 2018).

Las principales líneas de desarrollo futuro incluyen:

  1. Integración con modelos no lineales de adaptación
    • Incorporar la variabilidad caótica y los sistemas dinámicos complejos (Kiely, 2018; Bartolomei et al., 2020).
    • Modelar la respuesta individual como un proceso autorregulado y no determinista.
  2. Uso de inteligencia artificial y aprendizaje automático
    • Aplicar algoritmos predictivos para estimar la respuesta adaptativa en tiempo real (Jones et al., 2021).
    • Automatizar la detección de picos de carga o fatiga mediante big data.
  3. Integración con biomarcadores fisiológicos y neuromusculares
    • HRV, análisis hormonal, percepción subjetiva, recuperación del SNC (Plews et al., 2013; Kellmann, 2010).
    • Relacionar estos indicadores con las fases del modelo ondulatorio.
  4. Adaptación a poblaciones específicas
    • Personas mayores, deportistas jóvenes, rehabilitación postlesión (Mujika, 2017).
    • Ajustar amplitud y frecuencia según tolerancia individual.

Estas líneas de investigación permitirán que el modelo evolucione hacia un sistema inteligente de gestión de la carga, capaz de adaptarse de manera automática al estado fisiológico y contextual del deportista (Issurin, 2021).

13.6. Perspectiva crítica contemporánea

Autores como Kiely (2018) y Issurin (2021) plantean que los modelos clásicos de periodización —lineal, en bloques u ondulatorio— deben interpretarse como metáforas funcionales del proceso de adaptación, más que como sistemas cerrados.
Desde esta perspectiva, el modelo ondulatorio sigue siendo válido siempre que se aplique con flexibilidad contextual y dentro de un marco de control adaptativo continuo.

En otras palabras, el modelo ondulatorio no debe concebirse como una estructura rígida de oscilaciones predeterminadas, sino como una filosofía de gestión del estrés fisiológico que se adapta en tiempo real al comportamiento del organismo (Mujika, 2017; Kellmann & Beckmann, 2018).

13.7. Síntesis final

Las limitaciones del modelo ondulatorio son, en realidad, una invitación a reinterpretarlo como un sistema abierto:
una estructura teórica flexible que debe coexistir con herramientas de análisis individualizado y tecnologías emergentes de control de carga (Impellizzeri et al., 2019; Issurin, 2021).

El futuro del modelo probablemente combine:

  • Oscilaciones rítmicas estructurales (base teórica) con
  • Regulación dinámica individual (base tecnológica).

En palabras de Platonov (2015):

“El entrenamiento eficaz no depende de un modelo único, sino de la capacidad de integrar la ciencia con la observación individual del deportista.”

Por tanto, el Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas debe entenderse como un marco vivo y evolutivo, que seguirá transformándose conforme avance la comprensión de la fisiología adaptativa y la capacidad tecnológica para medirla.

14. Conclusión General

El Modelo Ondulatorio de la Dinámica de las Sobrecargas representa una de las formulaciones más completas y adaptables para comprender, planificar y controlar el proceso de entrenamiento deportivo.
Su valor reside en integrar los fundamentos fisiológicos de la adaptación con una estructura metodológica clara basada en la alternancia rítmica de carga y recuperación.

A lo largo del desarrollo teórico y práctico expuesto, se ha demostrado que:

  1. La adaptación es un proceso ondulatorio por naturaleza, donde el progreso se produce a través de fluctuaciones cíclicas de estrés y recuperación (Matveyev, 1977; Issurin, 2010).
  2. La variabilidad controlada de la carga es esencial para mantener el equilibrio homeostático del organismo y prevenir la fatiga crónica (Zatsiorsky & Kraemer, 2006; Kellmann & Beckmann, 2018).
  3. La efectividad del modelo depende de su individualización, ajustando la amplitud y frecuencia de las ondas según el nivel, la disciplina y la capacidad de recuperación del atleta (Platonov, 2015; Bompa & Haff, 2009).
  4. La integración con indicadores objetivos como el Índice de Monotonía, el ACWR y la carga interna fortalece su valor científico y su aplicabilidad práctica (Gabbett, 2016; Impellizzeri et al., 2019).
  5. La evaluación periódica del rendimiento es el mecanismo que valida y retroalimenta el modelo, convirtiéndolo en un sistema autorregulado de planificación (Mujika, 2010; Verkhoshansky, 2002).

En definitiva, el modelo ondulatorio trasciende el concepto clásico de periodización:
es una representación dinámica del proceso de adaptación humana, que sintetiza la interacción entre carga, fatiga y rendimiento dentro de un marco de equilibrio funcional.

Como resume Platonov (2015):

“El progreso no depende de la carga constante, sino de la oscilación inteligente entre esfuerzo y recuperación.”

En un contexto actual de creciente precisión y tecnología, el modelo ondulatorio se consolida como una estructura abierta y evolutiva, capaz de integrarse con nuevos enfoques de control digital, inteligencia artificial y modelización individualizada.
Su principio esencial, sin embargo, permanece inalterable:
la mejora del rendimiento solo puede sostenerse si la carga respeta la dinámica natural de la adaptación biológica.


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